Andanzas revolucionarias
¡Mujeres bravas y de agallas!, mujeres que tomaron las armas, pero no olvidaron la alimentación de las tropas, y así como cargaban el fusil, cargaban el brasero, el comal y sus ingredientes.
Las Soldaderas fueron un personaje primordial en el movimiento de la Revolución Mexicana. Entre los cuarteles militares, las famosas Adelitas, como también se conocen, servían a las tropas al amanecer un café aguado, tortillas, tamales, frijoles, un caldo de carne y una buena salsa, preparada en molcajete.
Las
soldaderas o “madres” solían cargar una cesta con comida, manteles, cubiertos y
en ocasiones hasta una fina vajilla para agasajar al general. Conforme avanzó
el movimiento las hordas de campesinos se sumaron a los revolucionarios y la
dieta indígena funcionó como arma de lucha, donde sobresalían los tacos de
quelites, carne asada, guisados de pichón y ardilla, tamales de huanzontles, víbora
en escabeche o la famosa discada, un platillo típico campirano, norteño, que se
realizaba en las vías de los trenes revolucionarios.
Tras
abandonar las tareas domésticas, las mujeres contribuyeron al declive de las
grandes haciendas productoras de azúcar, café, cereales y ganado. Sobrevivieron
las de pulque y tequila, ya que las bebidas embriagantes era vitales para los
revolucionarios, así tomaron un gran auge las pulquerías y los expendios de
tequila y aguardiente.
Durante
el movimiento fondas, restaurantes y mercados cerraron; sólo las pulquerías y
las cantinas permanecen en actividad. Las mujeres se relajaron y salieron a
buscar alimento o acompañando a sus parejas en la lucha.
Una
de las cantinas de la Ciudad de México que entre su techo conserva un balazo
del General Pancho Villa, es el Bar La Ópera, que en esos tiempos fue cantina.
La
Ópera es una de las cantinas del Centro Histórico en la Ciudad de México, en la
calle de 5 de Mayo y Filomeno Mata. Es de estilo francés y data de 1870 y
guarda la leyenda que en 1914 el General Pancho Villa entro montado en su
caballo y lanzando un disparo al techo…Cuyo orificio aún se conserva.
El
buen gusto en la Ciudad de México
Mientras
llegaban los Revolucionarios en el corazón de México se disfrutaba de
distinguidos restaurantes como; San
Ángel Inn de don Enrique Asensio Ortega, Tacos Beatriz que abre sus puertas en
1907, famoso por su deliciosos moles, que todavía disfrutó Porfirio Díaz.
Durante
la Revolución Tacos Beatriz disfrutó de la presencia de villistas y zapatistas
disfrutaron sus tacos de mole, pechuga, menudencias, barbacoa, chorizo, rajas,
chicharrón, acompañados de frijoles negros y salsa de molcajete.
Don
Emiliano Zapata llegaba con todo y caballo y pedía “Tacos para el animal”, y le
decía a Beatricita, “porque este no come porquerías, ni en cualquier lado”.
Otro de los personajes que frecuentaban el lugar era Don Victoriano Huerta, al
salir del Café Colón.
Para
1912 llega el Café de Tacuba, ubicado actualmente en la calle de Tacuba 28,
aquí en menú sigue preservando las recetas de antaño como son los tamales de
hoja de maíz y estilo oaxaqueños, esponjoso pan de dulce y las tradicionales
enchiladas Café Tacuba, atole blanco, pozole, pipián, mole poblano, rellenas de
pollo, gratinadas y bañadas con salsa de espinaca y chile poblano.
Para
1915 el alemán Karl Bellinghausen dejo de ser chef del presidente Porfirio Díaz
y abre en la colonia Juárez el restaurante La Culinaria, conocido como “La casa
del señor Bellinghausen”.
Dicho
cocinero ya contaba en la parte trasera del restaurante con una gran variedad
de plantas de hierbas aromáticas para sus preparaciones.
No
cabe duda que la Revolución marco mucho en la cocina mexicana, en la ciudad
surgían restaurantes de tradición y por otro lado se estaba dando una mezcla de
todas las señoras que llegan de las haciendas a refugiarse a la ciudad, y las
cuales en sus tiempos de ocio, imparten clases de cocina a las niñas de la
sociedad, dicho proyecto a varias de las que perdieron sus haciendas y sus
maridos, las llevo a poner academias de cocina, como la ya conocida Josefina
Velázquez de León.
Josefina,
fue una de las mujeres que destaco en el campo gastronómico, editorial y en la
venta de electrodomésticos. Su academia era de las solicitadas, el amor a la
cocina la llevo a editar 150 libros de cocina mexicana, repostería, pastillaje,
gelatinas artísticas y cocina moderna. Fue una de las grandes Adelitas que se
adelanto a su época y daba clases hasta por correspondencia.
Que bueno que publican esas historias de nuestra revolución
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