Cafés a la europea (Siglo XIX Segunda parte)
Las costumbres francesas marcaron una época de tertulias y de tardes literarias durante el Siglo XIX. Se disfrutaba del buen gusto por la gastronomía, que día a día se vivía palpable en los cafés existentes de la Ciudad de México.
El cronista Fernández Ledesma revela que el Café Del
Cazador, abierto en 1835, era uno de los mejores y el más frecuentado de la
ciudad.
El 14 de septiembre de 1851 abrió sus puertas el Café
Bazar, que posee el primer nevero mexicano de toda de la República, el señor
Barrera, cuyos productos nacionales causaron la envidia y celos entre la
concurrencia extranjera.
En el Café y Restaurante Parisién se podía tomar café a
todas horas. Se ubica en el Callejón del Espíritu Santo número 10:00 de la
noche. Las cenas eran exquisitas y costaban tres reales por persona.
En el primer tercio del Siglo XIX surge el antiguo Café
de Medina, en la segunda calle de Plateros y la Profesa, ahora Francisco I.
Madero. Éste era frecuentado en 1831 por el padre Villaseñor, notable poeta y
literato.
Las familias después de salir de misa o del teatro Arbeu,
acostumbraban frecuentar el Salón Chapultepec, La Concordia y El Café Colón
fueron algunos de los restaurantes que deleitaron a los paladares más exigentes
del México antiguo.
Fue a mediados del Siglo XIX cuando existían La Maison
Dore, ubicado frente al Hotel Iturbide. Conocido por el famoso mesero Benito
Flores que fundó Maison Rate en la calle de Las Ratas 7 (ahora Bolívar).
Fue tan popular este lugar que se hizo costumbre a la
salida de los espectáculos asistir al restaurante Las Ratas, como se le conocía
popularmente. Todas las clases sociales tenían que hacer cola para adquirir una
mesa. Narra Gustavo Casasola en la enciclopedia Seis Siglos de Historia Gráfica
de México, tomo 4.
Las familias que asistían a Las Ratas, agrega, llegaban
desde la modesta calandra hasta el lujoso landou (carreta), y se les colocaba
en las puertas del coche una tabla que
les servían de mesa para saborear las milanesas, los asados de pollo, las enchiladas
y otros antojitos que valían un real y medio, cada uno.
Gustavo Casasola, también nombra el Café Restaurante
Chapultepec que se encontraba en la entrada del Bosque de Chapultepec, ahora
Museo de Arte Moderno.
La Concordia era otro de los populares cafés al que
asistían artistas, toreros, escritores, periodistas, militares y familias, los
cuales formaban sus reuniones o peñas ahí. Se encontraban en la esquina de la
calle de Plateros y San José sobre Madero, frente al templo de La Profesa. Ahí
pasaban magnificas veladas después de las funciones de María Conesa la famosa
“Gatita Blanca”.
La Concordia contaba en su carta con una sopa de ostiones
o la de samboyanes, que se anudaba al delicios manjar del chismorreo picante.
Uno de los más asiduos al café La Concordia fue Manuel
Gutiérrez Nájera, quien se inspira en él para escribir el poema del Duque Job,
personaje que asistía con su levita cruzada, gardenia en el ojal, fumando puro
y bebiendo coñac en dulce charla de
sobremesa con el caricaturista José María Villasana.
Café Tacuba fue otro de los establecimientos y nace casi
al mismo tiempo que Sanborns, de 1903. Su fundador Franz Sanborns estableció
una fuente de sodas al estilo americano en la calle de Filomeno Mata y en 1918
se estableció en La Casa de los Azulejos, donde fuera la sede del Jockey Club.
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