Relatos de cocina y alcoba
A lo
largo de la historia el hombre ha recurrido a combinar grandes manjares, aromas
y texturas de ingredientes que invitan a despertar la seducción desde la cocina
hasta la alcoba.
Las
cosmogonías de las diversas culturas han dado constancia del uso de los
afrodisíacos en la cocina. Imagen típica del erotismo de Occidente, la manzana
aparece en las consejas de Medio Oriente. Si se corta una manzana de arriba
abajo, se tendrá la revelación de la tentación que Eva ofreció a Adán.
Por
su parte. La mitología noruega precisa que los dioses se alimentaban de
manzanas y sidra, con lo que establecían su fuerza y su juventud, de ahí su
popularidad en esta cultura como afrodisíacos. Un tratado de la Edad Media
advierte que si una mujer duerme con una manzana en su pecho y la da de comer
al hombre de su preferencia al día siguiente, éste quedara enamorado de la
dama.
El
mismo Shakespeare no se resiste a dar evidencia del uso de los afrodisíacos. A
partir de una conseja popular, el Sueño de una noche de verano aduce que las
hadas han usado licor de albaricoque para provocar enamoramiento.
Las
costumbres de la época marcaban el uso de una preparación hecha con
albaricoques secos sumergidos por dos semanas en moscatel dulce.
La
época de las grandes cortes europeas, con todas sus intrigas de alcoba, se
vieron sazonadas indudablemente con la cultura de los afrodisíacos y fueron
precisamente las cortesanas, quien mejor, las relatoras de los hábitos
culinarios de la seducción.
Ninon
de Lencios consigna, por ejemplo, una sopa compuesta de un puré de frijoles
preparado en un consomé. A esto se le añade un vaso de jerez fino y jugo de
limón. Justo antes de servirse se le añade champaña y una cucharada de crema
batida.
Madame
de Pompadour dejó presencia en la corte de Luis XV de Francia con una sopa de
apio que hizo las delicias del monarca, al igual que los espárragos blancos que
Luis XVI reintrodujo en la corte, servidos con mayonesa, mantequilla, salsa
holandesa, aceite o vinagre. Desde luego, se comían sólo con los dedos,
aumentando así sus connotaciones eróticas.
Otra
cortesana, Madame Dubarry, marcó igualmente su sello culinario en las artes de
la seducción. Correspondió a ella la elaboración de un menú afrodisíaco compuesto
de sopa de camarones, caldo de pollo especiado con eneldo, capón estofado con
puré de castañas y tortilla de papa rellena de jengibre crudo en trocitos.
A
Catalina de Médicis le gustaban las alcachofas. También se decía que los
hombres casquivanos tenían una hoja para cada mujer.
Y en
esta lista no podía faltar el más travieso y de incansable lujuria Giovanni
Giacomo Casanova, aparte de violinista, historiador, novelista, filosofo y
teólogo, fue uno de los hombres más seductores a lo largo de la historia, ya
que se tiene datos que tuvo amores con 122 mujeres, entre las que destacan
cortesanas, monjas, actrices y damas de la alta sociedad.
Sus
gustos gastronómicos eran indispensables en cada una de sus relaciones, así
como en cada una de sus orgías que organizaba. Tenía afición por los manjares de
sabor fuerte, como los quesos, los buenos vinos, la olla podrida de los
españoles, gran variedad de pescados y mariscos, así como el bacalao de
Terranova.
Publicar comentario