Mercado Abelardo L. Rodríguez
El mercado Abelardo L. Rodríguez, es sin duda uno de los mercados que guardan el recuerdo del México antiguo, sus murales albergan la historia del abasto de la ciudad, desde la época prehispánica hasta nuestros días.
En
los terrenos de los que antiguamente fuera el Colegio Jesuita de San Gregorio
se construyó, en 1934, el mercado Abelardo L. Rodríguez, considerado en su
tiempo “El mercado de América”, y que marcó el inicio de la arquitectura de
plazas urbanas que distinguió ese periodo.
Este
mercado se distingue por hermosos murales que plasman el abasto y la vida
cotidiana de la época de los años 30. Es tanto el acervo muralista que en él se
encuentra que en el 2000 la jefa delegacional tuvo la intensión de convertirlo
en museo.
El
muralista más destacado fue Pablo O´Higgins, quien plasmó su obra en el patio
principal y en las escaleras que se encuentran en el Teatro del Pueblo. A Alva
Guadarrama y Toño Pujol, les tocó poner su obra en las entradas del mercado.
También
participaron las hermanas Greenwood, pintoras extranjeras, e Isamu Noguchi.
Este
lugar muestra entre sus entradas un mural con el tradicional mercado
prehispánico de Tlatelolco y del otro la sublevación de la clase trabajadora
ante el capitalismo.
Otro
de los murales, un poco deteriorado, es el que presenta el antiguo Canal de La
Viga, que abastecía a la ciudad, a principios del siglo pasado.
Por
esta misma calle del lado izquierdo se puede admirar el desnudo de una mujer
joven amamantando a su hijo.
En
cada entrada se encuentra un arco elaborado en cantera, que al centro cuenta
con aves, conejos, pescados y canastas de frutas.
Los
puestos que más afectan a la arquitectura y al muralismo son los de comida, ya
que se pueden encontrar desde tacos de carnitas, flautas y comidas corridas.
Entrando
al mercado por la calle de Venezuela, del lado derecho se encuentra un
establecimiento de jugos y cócteles, el cual llega a tapar uno de los tantos
murales que muestran el México antiguo de los taladores de leña. A su vez, en
las esquinas del techo se pueden apreciar ángeles de estilo barroco con ramos
frutales.
Entre
los locatarios del mercado aún se pueden ver los tradicionales puestos con
cajones de madera para la venta de frijol, arroz, lentejas, habas y otras
semillas. Además de los locales de flores y algunos de verdura, donde se puede
encontrar queso del Estado de México, palanquetas de nuez y cacahuate, y
palomitas acarameladas con piloncillo.
La
arquitectura es amplia y es el único mercado con una estructura de hierro, que
a su vez divide cada puesto.
Recorrer
sus pasillos y admirar sus murales es una experiencia única e inigualable que
ningún mercado del mundo lo tiene.
Súper bonito! Felicidades
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