Tamalitos para las almas
Tamalitos
de dulce, chocolate, de frijol o de masa azul, son manjares prehispánicos que
no pueden faltar este Día de Muertos.
Los
tamales tienen una presencia primordial desde tiempos prehispánicos, desde
entonces ya se les consideraba una ofrenda para los dioses, de acuerdo con las
narraciones de Fray Bernardino de Sahagún.
El
Día de Muertos en los estados de Puebla, Yucatán y sobre todo Michoacán, los
tamales son fundamentales en las ofrendas mortuorias. La palabra tamal se
deriva de tamalli, que quieren decir hecho a partir de maíz, consumido por los
antiguos pobladores de Tenochtitlán.
La
preparación de tamales encierra todo un panorama de tradición y mitos; relatan
las abuelas que había que bailar y cantar, además de estar de buen humor al
momento de prepararlos o la masa perdía consistencia y sabor.
Para
esta gran festividad México cuenta con una gran variedad de tamales. En algunos
lugares de la República, se elaboran tamales de calabaza de castilla, queso
fresco y chile ancho, siempre acompañados de alguna salsa o del tradicional
mole, que es otro platillo de fiesta.
En
la zona de la huasteca potosina e hidalguense, se acostumbra el majestuoso y el
rey de todos los tamales, el zacahuil. Este se realiza en horno subterráneo, de
piedra o de adobe; la masa no debe ser molida, va siempre martajada, envuelta
en hojas de papatla y relleno con la carne previamente adobada con chiles secos
colorados. A veces se requiere de un cerdo entero para su elaboración, llega a
medir cerca de tres metros.
Las
comunidades nahuas preparan tamales de frijol y de bolitas de masa salada,
envueltos en hojas verdes de caña de maíz, alimentos que también forman parte
de las ofrendas de estos grupos.
Guanajuato
se distingue por elaborar los tamales de maíz azul, con sal y piloncillo, en su
relleno sobresale el queso de la región, un queso fresco que se funde
ligeramente, le agregan chile ancho para hacer rollos que luego se rebanan.
Michoacán
es un estado que se distingue por sus corundas y huchepos. Estos son de elote
tierno, se preparan con leche y se condimentan con canela y mantequilla. Suelen
ser acompañados con salsa de chile verde o pasilla y en ocasiones con rajas de
chile poblano a un lado. Las corundas son un caso especial desde su forma.
Benedicta Alejo, cocinera tradicional me comentaba que las corundas tienen tres
picos porque es la forma del Espíritu Santo, así que desde su forma tienen ya
esa magia celestial que solo las manos de esas mujeres maravillosas saben
envolver en hojas de carrizo o de maíz.
En
el Distrito Federal, en la delegación Xochimilco cocinan los tamales de Día de
Muertos con un relleno de chile ancho y queso fresco. En la delegación Tlahuac
preparan los tamalitos de ombligo, de frijol, alberjón y quelites, acompañados
de mole o romeritos con mole y nopales.
En
Tabasco los chontales hacen tamales de masa colada, de chipilín, chile
amachito, de chanchamito, de pejelagarto, de pigüa (camarones gigantes) y de
chaya.
Héctor
L. Zaraus López, en el libro La Fiesta de la Muerte, narra que en Puebla se
preparan unos tamales blancos de masa con manteca y sal, así como unos de masa
en los que a la masa se le agregan habas cocidas y fritas con venas de chile y
hoja de aguacate.
No
deben faltar los tamales agrios, que menciona Sahagún en sus crónicas, llamados
xocotalli. Hay que recordar también los tamales frijol que se preparan en
Chiapas, Oaxaca y Veracruz; los de chícharo de Teziutlán, Puebla; los
nacatamales y las corundas, en Michoacán y los de carne de armadillo e iguana
en Veracruz y el Istmo de Tehuantepec.
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