Pan de dulce, pan de sal...
Esponjosas conchas cubiertas de chocolate, azucarados
moños, doradas orejas
o endulzados besos, son algunas piezas de la panadería
mexicana para saborear el espumoso chocolate o el calientito café por la
mañana.
México a lo largo de la historia de su cocina se ha
distinguido por la industria del pan, la cual fue instituida por los españoles,
grandes consumidores de este producto preparado casi siempre con trigo. Al paso
del tiempo enseñaron a los indígenas a elaborarlo y aprendieron muy pronto a
realizar formas variadas y sabrosas.
Sus nombres surgen del lenguaje popular del panadero, que
durante las largas jornadas de trabajo en la madrugada, van ideando entre
juegos, piropos y albures. Prueba de ello son las conchas, calamares, orejas,
lolas, magdalenas, moños, ojos de pancha, chichis de monja o chilindrinas.
La primera noticia de venta de pan se encuentra en la
ordenanza de Hernán Cortés, en 1525. Donde se exigía a todas las panaderías
enviaran su producción a la plaza pública. Uno de los requisitos era que
tuviera el peso debido y se vendiera al precio fijado por el cabildo, además de
estar bien cocido y seco para que no se perdiera su calidad.
Durante la época colonial en las panaderías se elaboraban
panes de sal, como el francés, el birote, el español y los pambazos; y de dulce
hechos de ojaldre, como campechanas, condes y banderillas estilo francés, y de
ellas salían los repartidores con el pan acomodado en un gran cesto que
cargaban en la cabeza para ofrecerlo de casa en casa.
El pan-baxo era un pan corriente de harina mezclada con
salvado, que junto con el floreado constituían la principal producción de las
panaderías novohispanas.
El pan común se hacía en piezas más pequeñas que se vendían
por cuartillas, tlacos y pilones. Esta forma de intercambio surgió en el siglo
XVI para cubrir la falta de moneda fraccionaria con que se efectuaban las
compras menudas, y siguieron vigentes hasta que la hubo, en el siglo XVIII.
Más tarde en el siglo
XIX se podían adquirir en estanquillos, bizcocherías y pastelerías de
estilo francés como El Globo, que empezó a funcionar en 1884, y El Molino, las
dos de tradición francesa. Otra modalidad era el pan de molde o de caja que ya
se vendía en las panaderías, tanto de la ciudad de México como en diferentes
estados de la república, rebanado y envuelto en el mismo expendio. Este pan se
comenzó a realizar durante la intervención estadounidense en 1847.
En los años 20 se comenzó a hacer reparto en automóvil
siguiendo distintas rutas. En las capitales de provincia ocurría algo
semejante: por la mañana aparecían los vendedores con grandes canastos
cubiertos con servilletas y gritando ¡Gorditas de cuajadaaa! ¡No compran
povoroneees! Para 1925 surgieron las casas estadounidenses que repartían pan
tostado, de caja y de pasas en automóvil, que contribuyeron a que algunos
sectores de la población empezaran a sustituir el bolillo por el pan de caja.
Durante los años 40, diariamente se iba a la panadería o al
expendio a comprar el pan y se pedía por su nombre. Los elaborados de sal son
el bolillo, telera, trenzado, pambazo, hogaza, cañón y nudo; en el de dulce
sobresalían manitas, lolas, conchas, calamares, caracoles y tortugas, que
podían ser de manteca, canela, vainilla o chocolate.
Más tarde surgieron los repartidores en bicicleta, por las
calles de México se veían haciendo equilibrio con un gran canasto de carrizo o
mimbre amarrado con cueros sobre la cabeza, desbordando pan caliente y con una
corneta pregonabam: ¡El paaan! Esta tradición dio paso a realizarse películas
como ¡Hay amor… cómo me has puesto! De 1950 protagonizada por Germán Valdez
“Tin Tan” y papel que también haría Pedro Infante en la película “Escuela de
rateros”.
Más tarde el compositor Chava Flores realizaría la canción
“La chilindrina”, donde describe toda la gama de la panadería mexicana, relato
tal vez de la vida amorosa de los panaderos de esa época.
Al paso del tiempo, todo ha ido cambiando y algunos panes,
como nombres y establecimientos famosos quedaron en el cajón de los recuerdos.
Caminando por las calles del Centro Histórico se pueden encontrar algunas
panaderías como la Pastelería Madrid, en la calle 5 de febrero, esquina con República de
Uruguay, La Ideal, El Globo, El Molino, Pan Segura en la
calle de 16 de septiembre o La Vasconia en la calle de Tacuba 73.
También relucen algunos panes de la panadería mexicana en el restaurante Café de Tacuba. En la entrada de este histórico lugar se exhiben las conchas, cuernos, panques, orejas, novias, rebanadas cubiertas de mantequilla y huesos de manteca, entre otros.
También relucen algunos panes de la panadería mexicana en el restaurante Café de Tacuba. En la entrada de este histórico lugar se exhiben las conchas, cuernos, panques, orejas, novias, rebanadas cubiertas de mantequilla y huesos de manteca, entre otros.
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