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Cosmovisión del maíz




En el ámbito simbólico el maíz ha formado parte de una mitología de gran riqueza, su presencia en ofrendas ceremoniales, es una cosmovisión que llegan a compartir los pueblos de México y que se mantiene hasta nuestros días.


En las comunidades indígenas el cultivo de maíz rige el ciclo anual (inicia con la festividad de la Santa Cruz, en mayo, y termina en noviembre con el día de  Muertos), alrededor del cual se estructura la temporada de lluvias y la de sequía, también marca la pauta para el tiempo de preparación de la parcela y el inicio de la siembra, así como el transcurso del crecimiento y la cosecha.


César Carrillo Trueba, biólogo y maestro de Antropología de la UNAM, en su escrito “El origen del maíz naturaleza y cultura en Mesoamérica” de la revista Ciencias, 92-93 de la facultad de ciencias de la UNAM, explica “Tan preponderante era el maíz como metáfora de la vida misma que, cuenta Sahagún, entre los nahuas del siglo XVI, cuando nacía un niño se le encomiaba diciéndole, “es tu salida al mundo. Aquí brotas y aquí floreces”, y se le cortaba el ombligo sobre una mazorca de maíz. “Es verosímil –explica López Austin- que los antiguos nahuas creyeran que pasaba al maíz parte de la fuerza del crecimiento de la que estaba cargado el recién nacido. En efecto, la mazorca quedaba ligada a la vida del niño. Los granos se guardaban para su siembra, y su cultivo era sagrado. Los padres del niño usaban los frutos para hacerle el primer atole. Después, cuando el niño crecía, un sacerdote guardaba el maíz reproducido y lo entregaba al muchacho para que sembrase, cosechase e hiciese con lo cosechado las ofrendas de los dioses en los momentos más importantes de su vida”.


Por ello en muchos pueblos de nuestro México, al levantar la cosecha se van seleccionando las mazorcas más coloridas y las de color negro, azul o roja, se van guardando para la gran variedad de platillos ceremoniales y para exponerlos en las ofrendas de Día de Muertos.
Entre los platillos sobresalen, tamales azules, gran variedad de atoles con maíz azul o prieto, guisos con varios tipos de carnes y varias mazorcas de colores cuelgan en la ofrenda como símbolo de la abundancia de la siembra que se tuvo en el año y de la cual se da gracias y se ofrenda a los difuntos.
El maíz en nuestra cultura sigue siendo símbolo de nacimiento, crecimiento, reproducción y muerte del ser humano, del hombre de maíz del cual surgimos, como lo marca el Popol vuh.


Esta mazorca está presente como ornamento para la ofrenda, sorprendente fue encontrar en el mercado de la colonia Portales, y ver que entre los accesorios que vendían para la ofrenda, contaban con mazorcas de maíz de colores, por lo que no se ha perdido esta tradición actualmente.
En la comida se refleja en los ricos atoles, que en ocasiones se preparan de pinole de varios colores de maíz, así como en unos ricos panes llamados tlaxcalli del náhuatl que significa “tortilla o pan de maíz”, son forma triangular y de un sabor único. En las comunidades nahuas preparan tamales de frijol y de bolitas de masa salada, envueltos en hojas verdes de caña de maíz.

Guanajuato prepara tamales de maíz azul, con sal y piloncillo, rellenos de queso de la región, que se funde ligeramente y le agregan chile ancho para hacer rollos que luego se rebanan. En la Ciudad de México, en la delegación Xochimilco hacen los tamales de Día de Muertos, con un relleno de chile ancho y queso fresco. En la delegación Tláhuac preparan los tamalitos de ombligo, de frijol, alberjón y quelites, acompañados de mole o romeritos con mole y nopales.
Y dentro de esta cosmovisión entran los tamales que mezclan en capas, y posteriormente se enrollan, para que al final se rebanen y se forme el caracol, que es el símbolo del ciclo de la vida. También se observa este caracol al poner la masa de tamal desde el inicio de la hoja de maíz, ya que al retirar la hoja para comerlo, se forma nuevamente ese caracol, que marca los ciclos y las etapas del hombre de maíz.
El corazón y la vida del hombre, como el del maíz, deben cumplir el ciclo de presencia, reproducción y ausencia sobre la tierra. De aquí la importancia de preservar tan preciado alimento, defender su cosecha y la elaboración de alimentos, en especial la tortilla, sin maíz transgénico, sin conservadores o harinas adicionales, que sea de forma tradicional y de lo que de ella emana, por tradición y por una alimentación digna del pueblo mexicano.

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