El taco, símbolo, sazón y vehículo del antojo
Su corazón es la tortilla y su ánimo la gran diversidad de guisos, preparaciones y asados que componen la geografía gastronómica de México. Es la figura principal de una tierra distinguida por la cultura del maíz.
La esencia del taco es una sugerencia expresa del ingenio
mexicano. Distinguido como uno de los conceptos más sencillos, y a la vez más
logrados de la cocina mexicana.
Pero precisamente por su sencillez y originalidad, el taco se
presenta como la figura casi infaltable de la alimentación diaria. Es símbolo,
sazón, vehículo del antojo.
A mediados del siglo 16, en los años de la invasión española
al imperio mexica, el maíz se distinguía como la pieza fundamental de la
economía indígena. Los antiguos mexicanos lo denominaban “centli” a esta planta sagrada, unida estrechamente a su visión de
la vida. Sólo la imposición de los conquistadores terminaría por generalizar el
término “maíz”, voz de origen caribe.
En la “Historia
Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo”,
relata con merecido asombro la fastuosidad del Mercado de Tlatelolco. Entre la
variedad de productos alimenticios destacaban, desde luego, las tortillas y los
tamales. El taco, en ese sentido, era elemento de la dieta diaria de
gobernantes y plebeyos. Un legado de la alimentación prehispánica ha quedado
presente en los gustos de algunas regiones del País. De tal modo, perviven los
tacos de acociles y de charales, propios de las zonas lacustres del estado de
México, Michoacán y Jalisco; los de gusanos de maguey, aficionados en las
grandes regiones pulqueras; los tacos de escamoles, oriundos de Hidalgo, Puebla
y las tierras que alguna vez brillaron como señoríos cercanos a
México-Tenochtitlan. Los tacos de chapulines han quedado integrados a la imagen
alimenticia de Oaxaca; así como los de hormigas a puntos específicos como
Comitán, Chiapas y Huatusco, Veracruz. Los tacos de jumiles son herencia viva
en Guerrero, Morelos y Oaxaca.
A pesar del banquete implícito que sugiere la cultura del
taco, los antiguos mexicanos resaltaban por su extrema sobriedad. La glotonería
y la obesidad estaban marcadamente condenadas. Así, se imponían límites al
consumo de tortillas.
GRANDES
TAQUIZAS
De acuerdo con el “Códice
Mendoza”, hasta los tres años de edad era permitido comer media tortilla
diaria. Entre los cuatro y los cinco era factible el consumo de una unidad. De
seis a doce años se permitía tortilla y media. La ración común de dos tortillas
era asequible a partir de los trece años.
La inclusión del comal en la vida cotidiana de los mexicas afianzó los gustos. Previamente, las tortillas se cocían en las paredes
externas de las ollas. La presencia del nuevo aditamento favoreció aún más la
presencia de la tortilla en los gustos alimenticios. Tacos y tlacoyos animaron
incluso las mesas de los emperadores.
El contacto con la realidad americana obligó a los
españoles al consumo del maíz. Sin embargo, éste no fue incondicional. Sólo el
chocolate y el pulque merecieron su total aceptación. El consumo de alimentos
indígenas sugería un agravio para ellos. A pesar de ello, corresponde a los
conquistadores la realización de la primera “taquiza”
de la que el Nuevo Mundo tenga memoria. Díaz del Castillo consigna la
realización de un gran banquete que Cortés ofreció a sus capitanes. En
Coyoacán, se frieron varios cerdos traídos de Cuba. Las “carnitas” fueron
acompañadas con las hoy infaltables tortillas mexicanas.
A pesar de las reticencias hispánicas, el maíz continuó
siendo el eje motor de la alimentación indígena. Con el paso del tiempo, la
tortilla se perfiló como imagen de la culinaria popular. Los puestos callejeros
proliferaron en el México colonial, distinguidos por la presencia infaltable
del metate y el comal. Esta imagen se volvió recurrente en la iconografía de la
Ciudad de los Palacios. Un “recuerdo” tradicional y socorrido de los viajeros
eran unas figurillas de seda que reproducían las escenas de estos banquetes
populares.
En estos tiempos, así como en los del México
independiente, la gran expresión del taco y de otras sugerencias del maíz se
suscitaba en las puertas de las pulquerías. El consumo de ésta bebida estaba relacionado
con el goce de la gran culinaria local.
Como consigna Manuel Payno en algunos de los capítulos de
“Los Bandidos de Río Frío”, el
deleite de los curados iba acompañado con los soberbios tacos de papas con
rajas, de tajadas de puerco o de longaniza sudada en su característico papel de
estraza. Igualmente, en “Memorias de mis
tiempos”, Guillermo Prieto consigna la vital presencia de las fondas
populares en el devenir de la sociedad mexicana: los tacos de pollo y de
guisados animaban las meriendas luego de la salida del teatro y de otros
espectáculos.
La influencia cultural francesa acaecida en la segunda
mitad del siglo XIX se incorporó igualmente a diversas expresiones de la cocina
nacional. La hoy infaltable crema en algunas versiones de tacos, por lo pronto,
un sello producido por este afrancesamiento.
LA
EVOLUCIÓN DEL TACO
El taco fue y ha sido imagen de una identidad implícita.
En una renovación de los sentires populares de otros tiempos, se reubicó como
protagonista del festejo. En 1940, el restaurante Arroyo habilitó una visión
nacionalista de la fiesta con tacos de carnitas, chicharrón, barbacoa,
mariachis y tequilas. Otras serias instituciones como el restaurante Enrique
(1944) y El Nopalito (1950) dieron seguimiento a este ritual gastronómico.
Tacos de hebra de carne, barbacoa desmenuzada, acompañada
de ensalada de col, cebolla y jitomate; con salsa de cominos, crema agría y
queso Cotija. Así surgieron las tradicionales flautas, popularizadas a
principios de los setenta, la década en que las taquerías cobraron otra
dimensión comercial al marcar una variante específica para la clase media, a la
manera del Taco Inn, establecida en 1970. También en estos años cobra
popularidad otra de las variantes del conocido alimento: el taco árabe, o al
pastor. Inicialmente, los cortes de lomo de cerdo eran marinados en vinagre,
ajo, mejorana, orégano, cebolla, tomillo y sal. Actualmente, en la mayoría de
sus acepciones es bañado sencillamente con salsa de chile de árbol.
Actualmente han surgido una gran variedad de tacos, en su
preparación se han dado cambios, tanto en la gran variedad de preparación de
las tortillas como en el gran surgimiento de guisos e ingredientes, pero a
pesar de los cambios sigue formando parte de la geografía gastronómica de
México.
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