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Juan José Arreola, amante de las letras y de la panadería mexicana

“Yo, señores, soy de Zapotlán el Grande. Un pueblo que de tan grande nos lo hicieron Ciudad Guzmán hace 100 años. Pero nosotros seguimos siendo tan pueblo que todavía le decimos Zapotlán”, escribía Arreola en la introducción de una de sus obras.






Juan José Arreola nace un 21 de septiembre de 1918 en Ciudad Guzmán, Jalisco, entre las historias que rodean su biografía está la de una de las más antiguas pastelerías establecidas en su natal Ciudad Guzmán, también conocida como Zapotlán del Rey, y que ha sido propiedad de la familia Arreola desde 1880.

En el 2002 en una de mis andanzas gastronómicas, por Ciudad Guzmán, tuve la oportunidad de tratar con Ana María Arreola Zúñiga, hermana del escritor, quien desde pequeña participaba en la elaboración de pan, al lado de su hermana Carmen. Platicaba que desde pequeños todos en la familia, incluyendo al poeta, ayudaban a su mamá Carmen Zúñiga de Arreola y a su papá Felipe Arreola Mendoza, en la elaboración de esponjosos y ricos panes, los cuales se elaboraban en horno de bóveda, con leña.





Narraba Ana María que cuando eran pequeñas existía el Camino Real de Colima, que era por donde los arrieros traían diversos productos de los alrededores: harina, azúcar y algunas frutas que servían para la preparación.

Recuerda que a Juan José Arreola le gustaba amasar la mezcla para los picones, uno de sus panes favoritos. Otro era el crocante con sabor a vainilla, nuez y almendra. Desde niño disfrutaba ayudar en esto, además de la declamación.




Con gran amor al oficio panadero que heredo de sus padres, recordó cómo era la fabricación de la levadura, el cual era un secreto de familia. También se utilizaba el pulque. En cuanto a esta bebida extraída del maguey, comentaba que era mejor usarlo por la tarde, ya que daba un mejor sabor al pan y un aroma perfumado. Con esta levadura su mamá preparaba para la merienda un rico panqué de natas en comal.

Aún recuerdo como en la sala lucían algunas fotos del escritor, así como su secretaire, diseñado por él mismo y donde redactará algunos de sus escritos. En las mesitas reposaban los moldes con jaleas de guayaba, de camote con pitahaya y otras de membrillo.

Un pasillo lleno de plantas y jaulas con pájaros llevaba al comedor, con muebles tallados de madera y vitrinas que resguardaban las copas de cristal cortado y las vajillas de porcelana de la familia.




Afirmaba Ana María que la mejor receta se logra con la práctica, así les enseño siempre su mamá. Otra de las recomendaciones por sus padres era que siempre hay que tomar en cuenta el horario en que se hace el pan, nunca va a saber igual una pieza que se hace a las 8 de la mañana, que una horneada a las tres de la tarde.

Las jaleas son otro de los elementos importantes, son preparadas en casa, con técnicas de antaño, así como compotas con frutas de la temporada, que hasta la fecha se venden.

El expendio se encuentra en los portales del centro de Ciudad Guzmán, con el nombre de “Postres y repostería fina Arreola de Zapotlán”.


En sus anaqueles se encuentran cuernos, pays, envinados, choux, galletas de nuez, picones, rosca de requesón, cuernos de pasta de hojaldre con crema pastelera, cortadillo con chocolate, nuez y vainilla, conchas, pay de crema de fresa, así como ricos tamales y gran variedad de pasteles, que forman parte de la galería de delicias del lugar.



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